En el comienzo no había más que una tenebrosa extensión de cielo nocturno y parajes desconocidos. Allí, en un inquietante olvido, se arremolinaban los incontestados secretos de la historia, animados por fuerzas tan antiguas como la civilización misma; todo era humeante, plateado, religioso y oscuro. Con frecuencia, aquellas fuertes corrientes yacían olvidadas y dóciles, hasta que las oportunidades generadas por guerras, crisis y angustias invocaban sus terribles poderes. Carecían de sonido o definición propia, hasta que quedaron atrapados y subyugados por la epifanía de Black Sabbath: los sabios inocentes, los inventores del heavy metal.
Desde un primer momento, Black Sabbath encarnó con su voz una pasión poderosa que provenía del otro lado del perímetro fijado por la opinión popular. Eran profetas surgidos de lo más bajo de la sociedad inglesa, del estrado de los desempleados, personas sospechosas de escasa catadura moral e insignificante valor social. Los cuatro miembros habían nacido entre 1948 y 1949 en Birmingham, Inglaterra, una derruida ciudad industrial que sobrevivía en una época en que Europa ya no se enorgullecía de su industria. El cantante John Michael Osbourne, alias Ozzy, uno de seis hermanos y ladrón convicto, trabajaba esporádicamente en un matadero. El guitarrista Tony Iommi, hijo del dueño de una bombonería, era un travieso enigmático que había perdido las puntas de dos dedos de la mano derecha en un accidente metalúrgico. El extraño bajista de la banda, Terry Butler, alias Geezer, era conocido por su vestuario extravagante, de color verde y de segunda mano. Bill Ward se volcó a la música a partir de lo que describió como un estado de frenética desesperación. Mientras se hacían adultos en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, los cuatro crecieron rodeados por los escombros que quedaron después de los grandes bombardeos nazis. En el mundo que heredaron, la única actividad que valía la pena era convertirse en inadaptados y aventureros profesionales.
|
BLACK SABBATH: Geezer, Tony Iommi, Bill Ward y Ozzy |
Con el nombre de Polka Tulk, robado a un vendedor de alfombras de Birmingham, Ozzy y compañía siguieron el camino trazado por bandas como los Yardbirds, Ten Years After y Cream, practicando interminables improvisaciones a alto volumen sobre temas clásicos compuestos por artistas americanos de blues. Pero aquel triste sonido se había transformado de manera espectacular durante su trayecto desde Birmingham, en Alabama, a Birmingham, en Inglaterra, donde las conmovedoras notas blue quedaron grotescamente deformadas por una amplificación de fuerza industrial y la escena bohemia y llena de drogas de fines de los sesenta. Después de cambiar su nombre a Earth, el cuarteto adquirió una notoriedad mayor gracias a su deslumbrante puesta en escena y al ensordecedor volumen de sus actuaciones.
Entonces se produjo el punto de ruptura: la creación espontánea de la canción Black Sabbath. Fue un comienzo nuevo y central para la banda y fundamental para todo el heavy metal que vino después. Se trataba de una canción basada en sólo tres tonos, dos de los cuales eran la nota re. Relatando la crisis del día del juicio final con un suspenso estremecedor, su narrador jadeaba:
What is this, that stands before me?
Figure in black, which points at me...
(¿Qué es esto que se presenta ante mí?
Una figura de negro, que me señala...)
Flotando en un zumbido de distorsión, la dimensión del horror de la canción crecía y cobraba vida en el clímax, mientras el día del juicio final terminaba consumiendo al involuntario protagonista. Era un relato lúgubre, digno de Edgar Allan Poe, narrado con las nuevas plumas del cuervo: guitarras, batería y un micrófono chispeante.
Black Sabbath impresionó y cautivó completamente al público desde el primer momento. La canción tuvo, también, un efecto irreversible sobre la banda, cuyos miembros, en medio de una inocencia influida por las drogas, sentían de pronto que una fuerza desconocida los llevaba de la mano hacia la excelencia. Con esa inspiración, la agrupación no tardó en librarse de su entorno, apartándose del rock and roll para explorar las recientes liberaciones musicales dirigidas por rompedores de géneros como Miles Davis. Junto con la oscura Warning, una improvisación heredada del moderno grupo de blues The Aynsly Dunbar Retaliation, Black Sabbath se convirtió en la pieza fundamental de un nuevo sonido, un sitio de un mortal pavor auditivo que exigió a la banda adoptar el nombre de Black Sabbath.
Aislándose del mundo que lo rodeaba, Tony Iommi utilizaba música del pasado sin preocuparse por la tradición, corriendo por las escalas de blues con su propio ritmo y estilo. Para que él pudiera estirar las cuerdas de la guitarra y lograr así una mayor expresividad sin sufrir dolor en sus dedos mutilados, el grupo afinó sus instrumentos en una signatura más grave. El resultado fue una inspirada profundidad para Black Sabbath, prolongada por el interminable sustain de las magistrales notas de Iommi. Así, casi por accidente, el sacrificio produjo un sonido devastador. De la deformidad surgió una extraña belleza, así como una conexión con Django Reinhardt, el guitarrista guitano de sólo tres dedos y una de las numerosas y poco comunes inspiraciones de Iommi.
Detrás de la versátil guitarra de Iommi, la sección rítmica de Black Sabbath impulsaba su interminable flujo de poderosas frases con frenéticas síncopas y galvánicos acentos. Bill Ward decía que Black Sabbath jamás tocaba "en ritmo", sino que mantenía la unidad mediante una inmensa empatía, un sexto sentido que alentaba la gravedad de la música y atraía al espectador hacia su interior. Los muros de sonido que así se creaban eran penetrantes y a la vez enloquecedores: en viejas filmaciones puede verse a Ward y Geezer Butler bamboleándose como marionetas hipercinéticas en las manos de Dios.
El joven y alegre maestro de ceremonias, Ozzy Osbourne, le facilitaba al público el ingreso al nuevo paradigma aplaudiendo, bailando y moviendo la cabeza en carismático contraste con la faz pétrea de la música. Decadente y ensimismado, pero aún no hinchado ni podrido por las drogas, Ozzy penetraba en la pesadez que lo rodeaba con su chillido enfadado. Su esquizofrénica técnica vocal surgía de una armonía doble -una voz aguda y la otra grave- separadas por una octava. Mientras la banda afinaba más grave, Ozzy cantaba más agudo. Cualquier actitud fanfarrona de estrella de rock que Ozzy pudiera poseer quedaba absorbida en la intensidad de la banda, equilibrada por el delirio personal demasiado real de las letras de Butler:
I tell you to enjoy life
I wish I could but it's too late
(Te digo que disfrutes de la vida
Ojalá yo pudiera, pero es demasiado tarde)
Cuando Black Sabbath comenzó a ascender de categoría, recorrió el mismo circuito de clubes europeos que habían seguido los Beatles. Sabbath superó el récord de la banda de Liverpoool en el Star Club de Hamburgo (Alemania), con siete actuaciones de 45 minutos por noche ante un público de expatriados y chicas a go-go en el legendario "distrito de la luz roja", el Reeperbahn. A través de ese duro régimen, el cuarteto practicó hasta llegar al borde de la perfección, a la vez que se agotó hasta casi perder toda ispiración e innovación.
|
BLACK SABBATH - Black Sabbath (1970) |
01. Black Sabbath
02. The Wizard
03. Behind the Wall of Sleep
04. N.I.B.
05. Wicked World
06. Evil Woman
07. Sleepin Village
En 1969, a partir de un acercamiento de Phillips Records, Sabbath grabó su histórico primer álbum por seiscientas libras en una sesión continua de dos días de duración. Al día siguiente, las cintas fueron mezcladas por un productor de estudio, quien no permitió que la banda interfiriera con su trabajo. Incluso a pesar de la velocidad con que se realizó la grabación (condiciones típicas para las bandas de rock en esa época), el disco se terminó con los tiempos justos. El productor quitó de Warning un solo de guitarra de dieciocho minutos, de Tony Iommi, sin consultar a la banda. Por imposición del sello discográfico, Sabbath grabó una nueva versión de Evil Woman para su primer single; poco antes, aquella canción había significado un buen número de ventas para la banda Crow, y la compañía esperaba obtener un pequeño éxito de segunda mano.
El viernes trece de febrero de 1970, la nueva subsidiaria experimental de Phillips, denominada Vertigo Records, lanzó Black Sabbath. Aquel disco, la primera obra completa de heavy metal a cargo de los primeros artistas del género, era un adictiva suspensión musical del tiempo, inspirada por una ominosa presencia que aplastaba los ritmos contagiosos del rock popular. Junto con Black Sabbath, Warning y Evil Woman, las canciones originales N.I.B. y Wicked World flotaban a un tempo relajado sobre un volumen inmenso y una distorsión sostenida. Esos cataclísmicos acontecimientos quedaban equilibrados por la onírica ternura de Sleeping Village y Behind The Wall of Sleep, que suavizaban ese disco inclasificable.
Recordando Children of the Damned y otros filmes ingleses de terror psicológico y bajo presupuesto, la portada de Black Sabbath representaba una desvencijada casa de campo inglesa cubierta de maleza, que oscurecía parcialmente al imagen de una pálida hechicera vestida de verde. El interior de la lámina desplegable central del álbum contenía pocos detalles, más allá de un lúgubre poema gótico inscrito en un gigantesco crucifijo invertido.
Inmóvil cae la lluvia, los velos de la oscuridad cubren como una mortaja los árboles ennegrecidos que, contorsionados por una violencia invisible, dejan caer sus cansadas hojas, y tuercen sus ramas hacia una tierra gris repleta de alas cortadas de pájaros. Entre las hierbas, las amapolas sangran ante un amuerte gesticulante, y jóvenes conejos, nacidos muertos en trampas, se quedan quietos, como protegiendo el silencio que rodea y amenaza con tragarse a todos los que quieran escuchar...
Ataviados ellos mismos con cruces plateadas, los miembros de Sabbath cultivaban una imagen inquietante, basada en el misticismo y la hechicería, prácticas populares en aquella época. La banda alcanzó cierta notoriedad al autodenominarse satánica, lo que le valió también algunas protestas públicas por parte de cruzados de la Iglesia. Las estrellas de rock anteriores habían hechizado la conciencia popular con flores, desfiles y promesas de cambiar el mundo. Black Sabbath avanzaba al final de esa procesión, sin dejar de predicar la necesidad de amor, pero advirtiendo a los rezagados de que el regreso a un ingenuo estado de gracia era algo imposible. Mientras la mayoría de sus populares contemporáneos se ceñían al territorio de "chica muerde chico", Sabbath cantaba sobre niños huérfanos y la maldad del mundo. Más tarde Bill Ward describió la perspectiva de noble marginalidad de la banda cono una "ira saludable".
Resonante eco de un pasado distante, la música dramatizaba los conflictos de los humanos en la Tierra, no como noticias sobre acontecimientos cotidianos sino como batallas míticas. Toda esa ceremonia sonaba como un toque de difuntos para la música conocida como rock and roll, que a partir de ese momento, y para siempre, pasaría a ser apenas un pariente domesticado del heavy metal. "Black Sabbath ha influido a todas las bandas que existen -dice Peter Steele, de Type 0 Negative, una banda a quien Sabbath inspiraba cuarenta años más tarde-. Para mí eran lo más pesado (heavy), y siguen siéndolo. No hay forma de ser más pesado. Me encanta ese sonido lento, zumbante, como las pisadas de un dinosaurio en un bosque".
Surgiendo como el monolito del filme 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick (una influencia contemporánea), Black Sabbath era tan irreducible como un mar sin fondo, un cielo interminable y el alma mortal. No había precedentes, ni tampoco hacía falta ninguna explicación literal de su poder. Sus melancólicos tonos eran un canto de sirenas cautivador para el profundo vacío insatisfecho de la conciencia moderna. El estruendoso y lento avance del heavy metal era inevitable; llevaba mucho tiempo esperando que Black Sabbath lo presentara, en 1970, para que una inmensa cantidad de humanos lo adorara.
En los cuarenta años que pasaron desde entonces, cien millones de oyentes buscaron refugio en esa resonante explosión cultural, hallando una pureza no contaminada por pequeñas dudas o distracciones. De Sabbath surgió el heavy metal, que duplicó su identidad y se convirtió en el power metal, y luego se retorció hasta volverse el thrash metal. De allí, la música se cruzó con otras formas, para engendrar el black metal, crear los increíbles refinamientos del death metal y fusionarse con casi todos los otros estilos musicales, renaciendo a perpetuidad. Soportando tres décadas de amplificadores Marshall, holocaustos de guitarra y destrucciones de baterías, Black Sabbath sigue siendo la base fundamental, la pesada lápida de piedra de la que surge, eternamente, todo el heavy metal.